Una liturgia pop orquestada hacia la feminidad y la evolución
Publicado el pasado 7 de noviembre por Columbia Records, LUX llegó como el cuarto álbum de estudio de Rosalía. El proyecto está dividido en cuatro movimientos y cuenta con 18 cortes en su edición física, al contrario que su edición digital, que reduce ese número a 15 dejando fuera piezas como Jeanne, La Novia Robot y Focu ´Ranni.

Su propuesta, dirigida por una orquestación sinfónica y una estética casi litúrgica, reconfigura el alcance del pop contemporáneo y consolida a la artista catalana en un nuevo territorio creativo.
Arquitectura musical, los cuatro movimientos
Una de las claves del magnetismo de LUX es su concepción estructural. El álbum no se plantea como una mera colección de canciones, sino como un cuerpo narrativo articulado en cuatro movimientos. Esta división —lejos de ser un mero recurso formal— opera como un mapa emocional en el que las dinámicas, los silencios y las tensiones están cuidadosamente distribuidos.
Cada movimiento funciona como un capítulo que abre una atmósfera distinta, modulando la escucha desde la intimidad contenida hasta la grandiosidad orquestal. La presencia de coros, pasajes instrumentales y rupturas tímbricas refuerza la sensación de tránsito continuo —la presencia de estos se concentra principalmente en las outros de las canciones—.

A diferencia de MOTOMAMI, que funcionaba a través de fragmentos y estallidos minimalistas, LUX apuesta por la continuidad y el brutalismo; Rosalía nos presenta un imaginario que exige una escucha completa, no un consumo aislado. Personalmente, al escuchar el disco no puedo elegir una canción concreta, ya que al pensar en la obra, me invade una sensación de necesidad de introducir mis sentidos en el contexto y submundo que propone LUX en su recorrido de principio a fin. Lo describiría casi como ver una película, una vez la empiezas, no quieres pararla y terminar de verla en otro momento, o ver simplemente una escena concreta. Quieres sumergirte y vivirla de principio a fin.
Sonido, influencias y producción: esperemos que la gira se viva en óperas y teatros
El sonido de LUX se sustenta en una fusión calculada entre la tradición orquestal y la sensibilidad contemporánea. Las cuerdas, grabadas con la London Symphony Orchestra bajo la dirección de Daníel Bjarnason, poseen un rol activo: no embellecen, empujan, crean tensión, profundizan emociones y dan al álbum un carácter sinfónico poco habitual en el pop mainstream.

A la vez, Rosalía incorpora elementos de música experimental y post-industrial, con capas vocales procesadas, beats incisivos y atmósferas que dialogan con referentes de la vanguardia. Las colaboraciones oscilan entre perfiles con registros clásicos y figuras de perfil experimental, la sinergia es sin duda enriquecedora para el proyecto y consigue diversificar la paleta tímbrica sin romper la cohesión estética: la producción, firmada por la propia Rosalía en lo ejecutivo, trata la voz como instrumento dramático y cuida microdetalles que elevan la narración sonora.

En busca de una evolución: del estallido urbano al dramatismo espiritual, sin expectativas ni censuras
Líricamente, LUX abandona la vitalidad callejera y la hiperfeminidad fragmentada de MOTOMAMI para adentrarse en un territorio simbólico, introspectivo y sacralizado. Las letras operan como doctrinas, destellos que buscan significados universales más que anécdotas concretas: el amor, la culpa, la devoción laica y la trascendencia aparecen como incógnitas estéticas que el disco explora mediante la orquestación y la concentración sonora. Ese cambio de foco se ha leído en la prensa como una evolución de madurez artística y un deseo explícito de ampliar la escala de su carrera como artista.

Semanas antes a la salida del disco, la propia Rosalía compartió en diversas entrevistas que el proceso creativo se regía por primera vez en su carrera por la libertad de dejar las expectativas de lado.
LUX y la mujer: liturgia, santas y celebración femenina
Una de las capas más potentes del álbum es su explícito y simbólico trabajo con figuras femeninas y relatos de devoción. LUX toma referencias hagiográficas y religiosas para proponer una reevaluación de la figura femenina desde la grandeza y la complejidad, no desde la simplificación ni la victimización. La estructura del disco se inspira en relatos de mujeres sagradas, además, la artista recurre a tradiciones litúrgicas como material expresivo para abordar la condición femenina.

Desde un punto de vista analítico, esta estrategia es doblemente eficaz: primero, por despojar a la noción de “mujer” de reduccionismos identitarios al situarla en un espacio simbólico de poder —la santidad, la intercesión, la trascendencia—; segundo, por plantea la feminidad como archivo de voces múltiples: LUX canta en numerosas lenguas —concretamente 13— y convoca reclamos culturales a nivel internacional que despiertan la sensación de comunidad y archivo global. Esa pluralidad lingüística e ilustrativa contribuye a ensanchar la idea de mujer más allá de estereotipos nacionales o estilísticos.

Emocionalmente, el disco funciona como una exaltación: no es un panfleto, sino un culto laico que otorga dignidad, misterio y agencia a las experiencias femeninas. Esa elevación se siente en momentos concretos de la producción y en la narrativa global: Rosalía no sólo se contempla a sí misma, sino que propone un altar sonoro donde habitan varias mujeres, varias historias y varias resiliencias.
Muchas críticas han recogido este gesto como un acto de reivindicación estética más que como una declaración política explícita, y la propia artista ha declarado en entrevistas la intención de explorar la espiritualidad femenina sin reducirla a un discurso programático.
Impacto, recepción y valor cultural del proyecto
El impacto objetivo de LUX refuerza su ambición artística. Con un debut de streaming que superó los 42 millones de reproducciones en Spotify en su primer día, el disco escaló posiciones en listas internacionales y atrajo la atención de medios nacionales e internacionales.

La crítica especializada ha destacado su coherencia estética, su fusión de mundos y la solidez de su narrativa interna; voces como Rolling Stone o Pitchfork han situado el álbum entre los lanzamientos más ambiciosos y discutidos del año. Para mí, el mejor disco de 2025, y aquel que lleva en su tracklist mi nueva favorita de Rosalía, Mio Cristo Piange Diamanti.
Más allá de los números, LUX actúa como puente entre públicos —oyentes urbanos, seguidores de música académica y audiencias de vanguardia— y confirma que la ambición vanguardista puede coexistir con alcance comercial.
El hueco que no sabía que necesitaba llenar
En mi rotación, LUX ha ocupado un espacio inédito: el de un rincón musical emocionalmente denso y técnicamente ambicioso que exige una escucha detenida y que recompensa la repetición. Ni MOTOMAMI ni otras referencias contemporáneas cubrían ese lugar al que pocos proyectos se atreven a tender un puente tan consistente entre la introspección y el espectáculo, entre la cotidianidad y la orquesta, entre lo terrenal y lo casi sagrado. Rosalía demuestra con LUX que expandir el lenguaje artístico es, hoy por hoy, la vía más eficaz para seguir liderando la conversación musical.

