“LEVIATÁN”, de K-VAN: entre los demonios y el ego

La sinceridad de un álbum debut

Elegir el concepto del proyecto con el que vas a dar a conocer tu música a menudo es una decisión a la que muchos artistas no quieren embarrarse. Sin embargo, hacerlo con un disco introspectivo y autocrítico, y que encima suene excelente, es algo que solo he podido encontrar en K-VAN y su LEVIATÁN. Probablemente no te suene, pero este cantante leonés decidió estrenar la primera página del calendario con su disco debut y, al contrario de lo que esperaba, me hizo comenzar el año con muy buen sabor de boca.

Imagen del leviatán bíblico

El título del álbum hace referencia a la bestia bíblica del mismo nombre, a menudo representando un poder al que solo Dios todopoderoso podría enfrentarse. En palabras del propio artista, eligió llamar así a “lo que es nocivo y superior a él de su pasado y que condiciona su presente de alguna manera”.

Todo lo que engloba al proyecto, desde los beats (a manos del propio K-VAN) hasta la imagen visual, está envuelto en esta aura mística y cruda, aunque lo que cante sea más que real. Él mismo lo advierte desde la segunda canción del tracklist, HUMO: “este es mi debut, no tengo filtro”.

Portada alternativa de LEVIATÁN

Pero encontrar esta sinceridad no es sencillo, ya que con el pasar de las canciones no solo ahondamos en su música, sino también en su persona. La primera mitad tiene como sello el ego que obliga a K-VAN a ignorar esos recuerdos reprimidos, como lo escuchamos en LEVIATÁN FREESTYLE o JAMES HARDEN.

No es hasta ÁNGEL CAÍDO que este egotrip comienza a resquebrajarse, acompañado por la lírica galega de Diego Flâneur, para terminar de cuestionarse así mismo con FUNNY GAMES. Cabe destacar el beat de este último track, ya que causa la incomodidad y rabia propias de enfrentarse a los demonios internos que uno encierra en lo profundo, tal como hace el leonés en este mismo tema.

Portada alternativa de LEVIATÁN

Dos de los últimos temas, BUENAVENTURA y ALEXANDER MCQUEEN SS98, se engloban en algo que solo podría definir como una epifanía. Ya consciente de sus propios miedos, nuestro protagonista se muestra vulnerable ante la idea de perder todo aquello que ha conseguido tras haber sufrido tanto, con una atmósfera de paz y tranquilidad que solo tiene aquel al que ya no le queda nada que esconder.

El disco cierra con TUVE QUE PARAR, donde entre susurros K-VAN afirma conocer ya a su leviatán gracias a enfrentarse a él en lugar de evitarlo, confesando que debió detenerse en vez de continuar corriendo.

Gracias Álvaro por conversar conmigo y por entregarnos música sincera como la que ya casi no queda <3.

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