El neorromanticismo urbano: la nueva generación del amor

Una persona que no esté familiarizada con la música urbana pensaría que en estos géneros solamente se habla de dinero, éxito y relaciones sin amor. El estereotipo que arrastran estas canciones las hacen compararse constantemente con música de otras épocas donde las letras “sí eran románticas” y “sí transmitían mensajes tiernos”. Una creencia obsoleta que muchos artistas han ido desmontando en lo que podríamos conocer como el neorromanticismo de la música urbana.

Pasan los años y aún en 2025 tenemos preguntas que no se han resuelto. Se tratan de temas que ni se miden ni se calculan y que nunca van a tener una respuesta correcta y exacta. Entre estos se encuentra el amor, un sentimiento que es capaz de transformarnos y, sobre todo, de impulsar un proyecto artístico. La música es una canalización de los sentimientos humanos y una herramienta más que perfecta para curar corazones, tanto del que la crea como para el que la escucha.

La generación de la nostalgia y el deseo

Ni el dinero ni el éxito son capaces de calmar el dolor del corazón y ahí comienza la frustración del artista para crear un tema. Es casi inevitable no pensar en Rusowsky como uno de los máximos representantes de toda una generación de cantantes enamoradizos que se sinceran a través de la música. Desde la publicación de mwah :3, el single que le hizo ser más reconocido en el mainstream, Ruslán Mediavilla se ha coronado como el representante de las canciones tiernas.

Por otro lado, malibU es una de las canciones que han llegado a lo más alto este verano y su mensaje es una especie de manifiesto del neorromanticismo urbano. El álbum entero gira en torno a una chica llamada Daisy, que se podría interpretar como una versión moderna de la Laura de Nek o la Carolina de M-Clan. Mujeres que protagonizan, probablemente sin saberlo, canciones de desesperación y deseo de volver a recuperar lo que se ha perdido bajo un pseudónimo.

Pero si hablamos de Rusowsky no podemos olvidarnos de su eterno compañero artístico, Ralphie Choo, otro gran ejemplo de la nostalgia amorosa y el canto desesperado por recuperar lo perdido. A través de GATA, uno de los temas de su primer y único álbum SUPERNOVA, ambos representaron el anhelo por una persona de confianza con quien compartir babas, mezclado con lo cursi del amor a través de un videoclip kitsch y cargado de ruido visual. 

A través de unas letras sinceras pero sencillas, unos sonidos más vanguardistas con acordes arpegiados, voces distorsionadas, una estética casi grotesca y estribillos muy pegadizos, los artistas del sello rusiaidk han sabido unir ese sentimiento de nostalgia, el arrepentimiento y la necesidad de volver a comenzar lo que se perdió. Son, sin duda, uno de los abanderados en los ritmos melosos que han quitado esa losa arromántica que puso el reggaetón primigenio.

Judeline, por su parte, se ha definido este año con la Chica de Cristal, una canción con un ritmo intimista y frágil muy cercano a las baladas hispanas de los años 70 que ya cantaban artistas como Jeanette. La calidad de la letra le hace parecer un poema cantado y el uso de metáforas te ayuda a conectar rápidamente con la delicadeza de las rupturas. 

Por otra parte, la atracción sexual ya ha dejado de ser un tabú en las baladas para asumirlo en la actualidad como un componente más dentro de la ecuación. TÚ ET MOI, también de este año e interpretada junto a Mc Morena, consigue reflejar un deseo consentido que ahora también reclama la mujer, no solamente el hombre. Se trata de otra característica propia de esta corriente neorromántica: el abandono de la censura y el hablar libremente de lo que excita a los cantantes y los hace seguir atados a una persona.

Se podría decir que ahora es la nostalgia y el deseo sexual lo que marca el ritmo de las canciones de amor. No tienen nada que ver con las canciones clásicas y tradicionales, sobre todo porque la estética underground y grunge de estos artistas ha podido crearles una imagen negativa a otras generaciones que añoran la música de su época. Pero esta corriente va precisamente de eso, una mezcla entre lo moderno y la eterna pregunta del amor, en la que hasta la música que se considera menos intelectual es capaz de entender los sentimientos más complejos.

Imagen de Ralphie Choo y Rosalía

Otro rasgo del neorromanticismo es la gran cantidad de términos que se usan para cantar al amor. Los artistas ya no tratan de revivir esa idea de pareja convencional con sus letras. Los ojos que brillan como dos pistolas de Rosalía en Omega, o esa relación tóxica entre un gángster y Judeline en zarcillos de plata al más puro estilo Lana del Rey, se acercan a una comparación entre el Romeo y Julieta de Shakespeare y el Romeo + Julieta de Luhrmann. La misma fórmula, pero con la estética callejera, de velocidad y peligro que demandan los géneros actuales.

Con los pies en la tierra

Toda esta generación de neorrománticos que llenan salas y se convierten en reflejo del cariño han continuado la estela de artistas como Yung Beef o DELLAFUENTE. Pioneros en las canciones que, de vez en cuando, dejan atrás el dinero y la fama para centrarse en lo que todo ser humano necesita: amar y ser amado

Como punta de lanza, Consentía (2015) es el clásico de DELLAFUENTE que mejor define la devoción por una mujer a la que ama. El granadino es uno de los más grandes a la hora de definir esa necesidad de tener los pies en la tierra más allá del éxito y de llenar estadios. Mirar a lo que se tiene delante es, para todos los cantantes, la regla de oro para no bajar a los infiernos y dejarse llevar por lo material.

Ya lo decían Yung Beef y Los Alemanes: “No es por el dinero, porque eso no nos cura la penica que tenemos”. Al final lo más terrenal es lo que más preocupa, de nada sirven los lamborghinis y los rolex si la cabeza no está en calma y el corazón, acompañado. Aunque si hablamos de Fernandito, es innumerable la cantidad de temas sobre amor que encontramos, ya no solo hacia una pareja, sino también por la familia y los amigos: METALLICA, Infierno, Nos fuimos lejos, Cryin’ fo’ Poor Love

Y si tenemos que hablar sobre el amor por la familia y por la gente que nos rodea, Sen Senra ha sido el que mejor lo ha transmitido con su último proyecto PO2054AZ. Este conjunto de tres volúmenes representan el viaje del artista tras encontrar y experimentar el éxito para decidir volver a sus raíces de las que tanto quiso salir antaño. Con la clásica mezcla entre el indie, el trap y el R&B, el gallego suele recurrir a la morriña o nostalgia como hilo conductor de estos trabajos. El ejemplo más humano de que el cantante siempre acabará buscando lo más sencillo para ser feliz.

El empoderamiento como contrapartida

Dentro de esta tendencia neorromántica, también hay un fuerte reflejo del feminismo. Mujeres como Juicy BAE, La Zowi y l0rna han sabido dar su propio toque a la música que habla sobre relaciones, dejando muy claro que ellas ahora también quieren tomar el control y decidir su camino.

Imagen de La Zowi

Canciones como La Última Vez de Juicy BAE, Sugar Mami de La Zowi y Albany o ME ENAMORO DE TODOS Y TODOS DE MI de l0rna han conseguido asentar una idea muy sencilla, pero que ha costado introducirse en el urbano: la decisión de la mujer por decidir su destino sin dejarse llevar por manipulaciones. La concepción de la mujer débil y enamoradiza ha podido desvanecerse gracias al trabajo de cantantes como ellas que no renuncian a su felicidad por un desamor.

Siguiendo el trabajo de raperas como Lauryn Hill y Missy Elliot, estas mujeres han redefinido el panorama para demostrar que también tienen las riendas de la relación y que pueden hablar sobre sexo y deseo igual e incluso mejor que los hombres de la industria.

No son letras complejas ni extremadamente filosóficas, tampoco son difíciles de descifrar, solo son declaraciones de amor directas y sencillas. Quizá estos rasgos han sido los que han hecho distanciar a las baladas neorrománticas de los clásicos del rock y del pop.

Imagen de L0rna

La concepción de que la música urbana solo sabe sexualizar las relaciones y convertirlas en algo superficial se está desprendiendo poco a poco en un mundo donde los artistas han aprendido a observar la fragilidad del amor. Solamente hay que mirar más allá de los estereotipos para ver cómo Rusowsky, Ralphie Choo, Judeline, y un largo etcétera, han convertido el género urbano en un género confesional y poético, siempre acompañado de sintetizadores, autotune y empoderamiento femenino.

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